“Si no es para comer, será para merendar y, si no, para cenar”. Seguro que esta frase te resulta familiar, pero, al final, no sucede así y una parte de la comida termina en la basura, ¿verdad? El desperdicio alimentario, en el que el consumidor final tiene un papel importante, causa en torno al 10% de los gases de efecto invernadero que contribuyen al cambio climático. Para sensibilizar a la comunidad universitaria, el Salón de Grados de la Facultad de Derecho de la UVa acogió el pasado miércoles 26 de octubre una Jornada sobre Desperdicio Alimentario, organizada por la Oficina de Cooperación de la Delegación del Rector para la Responsabilidad Social Universitaria.
¿Por qué preocupa el desperdicio alimentario?
José María Santos, parte de Despilfarroalimentario.org, abrió el turno de ponencias para explicar “el sinsentido del despilfarro de alimentos”. Para ello, contó al público la historia de un tomate. Concretamente, el 97% de un tomate. Al encontrar en un tomate un pequeño desperfecto, lo retiró con ayuda de cuchillo y comprobó que, tras eliminarlo, el tomate conservaba el 97% de su peso inicial. Si hubiera hecho algo tan habitual como arrojarlo a la basura al ver un trozo con mal aspecto, “habría perdido el 100% del tomate por un desperfecto que supone el 3%”.
Este ejemplo ayuda a ilustrar el gran problema que existe con el desperdicio de alimentos y es que se despilfarra un tercio de lo que se produce. Al mismo tiempo, se producen alimentos para 12.000 millones de personas -la cifra de habitantes del planeta Tierra no alcanza los 8.000 millones-, es decir, un 60% más de lo necesario. A pesar de ello, al día mueren 40.000 personas de hambre. Estos datos invitan a reflexionar sobre la gestión que se realiza de los alimentos. Es entonces cuando José María plantea una pregunta al público: “¿la alimentación es un derecho o es un negocio?”
Por un lado, explica, el derecho a la alimentación “no está recogido directamente en la Declaración Universal de los Derechos Humanos, los Objetivos de Desarrollo Sostenible ni la mayoría de las constituciones”. En el otro lado de la balanza, están el agronegocio, dominado por multinacionales que únicamente persiguen la rentabilidad. “Los alimentos se convierten en mercancías con las que se puede especular y las personas pasamos a ser solo consumidores”, añade.
¿Qué papel tiene el consumidor final?
En ocasiones, para referirse al desperdicio alimentario se habla de “pérdidas”. José María Santos incide en que una pérdida es algo puntual y accidental, cuando se repite pasa a haber cierta intencionalidad. “Existe una responsabilidad cuando se trata de algo que se puede prever y solucionar”, insiste.
“El mayor consumidor de alimentos que hay en España es la basura”, sentencia el experto. Un caso que refleja esta situación es la bajada de ventas de pan que se produjo con el estallido de la crisis económica. Esto sucedió porque obligó a los hogares a aprovecharlo y no tirarlo a la basura sin pensar.
Un sistema que promueve el desperdicio
A todo ello se suma el despilfarro que acompaña a todas las fases de la producción. José María señala que “cuantos más procesos hay, más opciones existen de que se desperdicie”. Así, “un tercio de la materia prima no llega al plato y un quinto de los alimentos para consumir, tampoco lo hacen”. De este modo, se generan unas pérdidas de ocho millones de toneladas. A modo de ejemplo, el experto explica que “el pan de molde sin corteza obliga a tirar el 20% del pan”. Lejos de mejorar, los últimos informes indican que la situación va a peor.
Una parte importante de la producción se destina a cebar animales, para que después se consuman. El abuso de la carne que conduce a esta situación no solo puede contribuir al desarrollo de enfermedades, sin que, además, o implica un grave problema de ineficiencia. Como ilustra el gráfico, “se utilizan cereales que deberían alimentar directamente personas para alimentarlas indirectamente, a través de los animales, pero con mucha menos eficiencia”.
“Con la comida que tiramos, podríamos erradicar cuatro veces el hambre en el mundo”, sostiene el experto. Entiende que la reacción habitual a esta afirmación es aludir a que lo que se tire en un hogar español no es directamente comida arrebatada a otras personas. Sin embargo, considera que “el problema no es lo que se tira en esa casa”, sino el planteamiento del sistema alimentario.
“Los peces que pescan empresas destinadas al abastecimiento de occidente en el cuerno de África se tiran porque no son especies que se consuman por ejemplo en España”, explica. Esto implica que se arrojen enormes cantidades de peces muertos recién pescados de nuevo al agua. Así, la población local que podría vivir de la pesca se encuentra con que se les ha arrebatado.
Entonces, ¿cuáles son las causas del desperdicio alimentario?
Se estima que el principal motivo por el que se produce este despilfarro en el eslabón del consumidor final es por descuidos o pereza (70%), seguido del poco valor que se concede a la comida (25%), a pesar de que supone un 17% del presupuesto familiar en España. El excesivo procesamiento, la mercantilización de los alimentos y el modo de consumo por el estilo de vida actual son algunas de las principales causas de este fenómeno.
El experto insiste en la necesidad de abordar las causas con firmeza: “no podemos pretender acabar con el hambre en el mundo con un pensamiento de producir más, para acabar tirando más”. Explica que cuando se tiran alimentos, “se tira también agua, energía, trabajo, vida, diversidad, tierras, fertilizantes, en definitiva, se pierden muchos recursos”.
Y, ¿qué se puede hacer?
Desde Despilfarroalimentario.org consideran que se puede actuar desde tres esferas: personal, social e institucional.
En el ámbito personal, es fundamental la concienciación, difundir información, ofrecer formación y trabajar el análisis y el cambio de hábitos.
En cuanto a lo social, se trata de concienciar al entorno, ejercer presión y denuncia ambiental y construir alternativas, como las cooperativas, los grupos de consumo o el apoyo a la agroecología.
Respecto a la esfera institucional, de nuevo es fundamental la concienciación, la presión y la denuncia política, además de exigir el reconocimiento del derecho a la alimentación y una legislación que aborde este problema. Esto último es lo que pretende la iniciativa leysindesperdicio.org, que recoge firmas para contribuir en esta línea.
Iniciativas contra el desperdicio alimentario en Valladolid
ReAlimenta Valladolid
A continuación, tomó la palabra Pilar Alejo, de ReAlimenta Valladolid. Esta iniciativa se hizo con un premio Ingenia Valladolid en su primera edición, por su trabajo contra el desperdicio alimentario en la ciudad. La ponente explicó que en Valladolid se despilfarran unos 40.000 kilos al día de alimentos en buen estado.
Esta iniciativa público-privada pretende establecer una estructura que facilite el aprovechamiento de los alimentos sobrantes, con la colaboración de una red de solidaridad vecinal y el trabajo de voluntarios. Aún se encuentra en fase de desarrollo, con un plan a dos años vista.
Ecogermen
El proyecto Ecogermen nace, tal y como explicó Guadalupe Martín, del interés de un grupo de consumidores por realizar “una compra conjunta a agricultores y ganaderos locales”. Al principio, las familias pedían lo que iban a consumir y los productores llevaban lo que se había vendido. Poco a poco, el grupo creció y en 2009 se convirtió en una cooperativa, que impulsó también la creación de una tienda ecológica, de comercio justo y de proximidad.
Esto planteó nuevos retos. “Cualquier tienda compra lo que prevé que se va a vender, pero siempre hay cosas que no se venden”, explica. Es entonces cuando se empiezan a generar desperdicios y comienza la preocupación.
Como remedio, abrieron una zona de ofertas para dar visibilidad a productos próximos a su fecha de caducidad o consumo preferente. Sin embargo, observaron que “no era suficiente”. Por ello, en 2021 se unieron a Too Good To Go, una app que permite vender más fácilmente a un precio muy bajo aquello que, de otra manera, se tendría que tirar.
Fundación Entretantos – Alimenta Valladolid
La última intervención estuvo a cargo de Verónica García, de Fundación Entretantos, que explicó la colaboración que existe entre su entidad y el Ayuntamiento, dentro de la estrategia Alimenta Valladolid. Esta iniciativa municipal “invita a pensar qué hay que cambiar para mejorar la alimentación”. Sin embargo, en Entretantos observaron que “no se daba tanta importancia a lo relacionado con el desperdicio”.
Por ello, se sumaron al proyecto, con la intención de aportar esa mirada. De la mano, han desarrollado diversas iniciativas que ya se han hecho un hueco en la ciudad, entre las que destacan el Ecomercado de Plaza España y el Centro de acopio y distribución de alimentos. Hace unos años, detectaron que los pequeños productores distribuían a prácticamente los mismos sitios, pero de manera independiente, “lo que generaba una huella de carbono significativa”. A través de este centro, pueden llevar todo a un lugar y distribuirlo desde ahí en un mismo vehículo.
También, han trabajado el aspecto de la responsabilidad institucional. Uno de sus logros es que las empresas responsables de los comedores escolares garanticen productos ecológicos y de proximidad.
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